martes, 3 de abril de 2012

Capítulo 10.


   Las once y ya estoy cansado, es que llevo tantas noches sin dormir bien, tantas… que ni siquiera las recuerdo.
   Pero aparco el cansancio a un lado porque lo estoy pasando bien. Después de salir del pub, casi anocheciendo, iba a ir a casa, pero Jack me pidió por favor que me quedará, que sería divertido y no sé cómo pero al final consiguió convencerme. Decidieron ir hasta el puente que había a las afueras de la ciudad, este está construido entre dos orillas de un río y la gran estructura de metal se yergue  sobre un agua ya tranquila, silenciosa y oscura en la cual solo es reflejada la luz de la luna. Todo el puente está rodeado por una gran masa forestal que de noche adquiere una tonalidad azul oscura, que parece guardar secretos en ella.
   Jack y Caddie han ido a pasear a lo largo del puente, antes podía ver sus siluetas, pero hace unos minutos que desaparecieron en la oscuridad. Ahora solo quedamos nosotros, Alexandra y yo, apoyados sobre el capo del viejo y destartalado Chevrolet Pickup de segunda mano de Jack.
-         Bueno…- Alexandra intentaba mantener una conversación entre los dos- ya sé, háblame sobre ti, ¿por qué te mudaste aquí? Es un pueblo demasiado pequeño, y no tiene nada interesante.
   Esa pregunta… siempre aparece debería esperarla pero siempre es como un puñetazo en el estómago, siempre me pilla desprevenido. ¿Y qué se supone que tengo que decirle ahora? Sí, claro, podría decirle la verdad, que ni mi familia y menos yo soportábamos la idea de estar en la misma casa donde habíamos visto a Claire morir poco a poco por un maldito cáncer. Era la pura verdad. Después de la muerte de Claire no podía soportar entrar a casa solo, todas las paredes se me venían encima y su imagen rondaba mi mente  una y otra vez. Incluso empezamos a distanciarnos como  familia, por esto decidimos mudarnos, porque no aguantábamos más allí encerrados. Tuve que mentirle. Mirando al suelo respondí.
-         Mi padre encontró un trabajo aquí. Así que decidimos mudarnos toda la familia.
-         Ah… yo también me mude hace dos años aquí- Alexandra echa hacia atrás su larga melena con la mano y después la atusa- al principio la verdad, me costó bastante acostumbrarme a la gente de aquí, un lugar diferente, no conocer nada, me desorientaba por completo y hacia que me encerrarse aún más en mí. Pero después de encontrar a Caddie, todo fue bien.
-         La verdad parece buena chica.
   Me incorporo y la camioneta cruje después de salvarse de ese peso.
-         Tengo que sentarme estoy cansado.
   Voy hasta el borde del puente y me siento sobre el asfalto, dejando que mis piernas cuelguen entre el agua y el puente. Alexandra se sienta a mi lado.
-         Tienes… una cosa en el pelo.
Alexandra acerca su mano despacio hasta mi cara para quitármelo, pero antes giro la cabeza.
-         ¿Aquí? – me quito una pequeña pluma que había quedado enganchada.
-         Sí, eso era.
  Alexandra mira cabizbaja y por un momento me parece ver una expresión de decepción en su cara. Sigue hablando así que desecho la opción de que se haya enfadado. Pero ahora sí, habla mucho más flojo, casi entre murmullos, así que tengo que acercarme un poco más para poder oírla. Me cuenta que se mudo aquí con su padre, un hombre ya sobre los sesenta que había perdido a su mujer a los pocos meses de dar a luz.
   Tumbados en el asfalto del puente. Hablamos durante más de dos horas, alejados del pueblo, la luz de las casas que no interrumpe que se vean las estrellas claras colgadas en la oscuridad de la noche. Me sentí cómodo allí e incluso en algunos aspectos me identificaba con ella.
   Está cansada y puedo notarlo porque ahora ya no mira al cielo, sino que tiene los ojos cerrados y las únicas veces que los abre puedo ver que su mirada también esta cansada.
-         ¿Quieres que te lleve a casa?
  Abre los ojos de repente y gira la cabeza hacia mí.
-         La verdad es que sí, gracias.
   Le ayudo a levantarse ofreciéndole mi mano, después me subo a la moto que había dejado apoyada en el capo de la furgoneta y me pongo el casco ajustándolo a mi cabeza. Le paso a Alexandra el otro casco que antes había llevado Jack.
   Alexandra sube a la moto y coloca las manos en la parte de atrás del sillín. Arranco la moto, suelto el embrague, la moto sale disparada y Alexandra decide que es mejor opción agarrarse a mí y estar más segura.
   Tras equivocarme unas cuantas veces al tomar las calles al fin llegamos a un descampado, en el cual hay un camino de grava y todo alrededor es hierba y lo que parecen ser algunos álamos. Alexandra me hace una seña por debajo del casco para que continúe todo recto, a los pocos minutos ya puedo ver como un par de farolas de forja iluminan una pequeña casita de madera.                               Aparco la moto justo al lado de un gran roble, apoyo la moto en el tronco del robusto árbol con cuidado para que no se raye.
   Nos sentamos en las escaleras del porche y seguimos hablando por un tiempo. Veo que Alexandra coloca sus propios brazos alrededor de los mismos, así que le presto mi chaqueta. 
-         Gracias Declan, estaba empezando a sentir frío.
   Sonríe, que sonrisa tan bonita tiene y ahora que me doy cuenta siempre hace ese gesto, siempre se echa la melena hacia atrás, la ahueca y después mira hacia abajo.
-         No hay de qué.
-         Bueno de todas maneras tengo que pasar ya dentro, es demasiado tarde.
   Me había quedado ensimismado por un momento, casi dormido pero sin cerrar los párpados.
-         Emm sí, claro, claro que sí.
  Apoyo una mano en el marco de la puerta, mientras ella juega nerviosa con las llaves entre las manos, buscando la llave adecuada.
-         Ya está, es esta.
  Sonríe nerviosa.

-         Bueno… - dudosa tartamudea por unos segundos- Ya tengo que irme.
-         Sí, yo, también debería irme, mi familia… se estará preguntando dónde estoy.
    Me dispongo a irme y justo cuando voy a bajar el primer peldaño, la voz a mi espalda hace que me detenga.
-         Declan…
-         ¿Sí?
   Me doy la vuelta, ella está tan cerca que no solo puedo oler su aroma sino que ahora incluso podría palparlo. Querría palparlo.
   Una ronca voz dentro de la casa grita el nombre de Alexandra e inmediatamente ella se separa de mí con un respingo sobresaltada.
-         Lo siento, Declan- su mirada parece asustada, pero no hago caso a ese detalle, simplemente lo ignoro porque creo que es solo una imaginación mía- es mi padre quiere que vaya adentro, de verdad lo siento…
-         No tranquila, no pasa nada.
-         ¿Nos veremos mañana? Promételo.
-         Prometido.
  Y este nuestro pacto queda sellado en mitad de la noche con una sonrisa por parte de los dos.
   Vuelvo a coger la moto e intento recordar las indicaciones que me había dado Alexandra para volver a casa, mientras tanto la oscuridad y el frío de la noche me engullen y en mí cabeza un torbellino de ideas se arremolina, creando aún más inseguridades de las que había en un principio ¿Qué va a pasar ahora con Alexandra? ¿Habrá algo entre nosotros dos? Aunque sea algo corto, pero la tensión se siente, y no está mal, me gusta. Pero luego está Adele, aunque ahora que lo pienso hace mucho que no pienso en ella, no de la misma manera como lo hacia antes y creo que la he olvidado, ¿tanto me ha costado? casi un año hace ya, pero lo quiera o no ella marcó un antes y un después en mi corta vida, aunque no de la manera como yo marque la suya por lo que parece. Y luego está Kayla, que en realidad no sé porque  aparece en este momento en mi mente, pero es la que está ahora aquí y la que con todo lo que le he hecho, me ha soportado y ayudado, incluso le he contado cosas que había bloqueado en mí pero he estado tan cerca de ella pero a la vez tan lejos. Y en ese momento difícil en el que me encontró mal supo simplemente con un gesto cómo entorpecer ese sentimiento.
   Giro la última esquina y ya reconozco los primeros árboles de la calle, después de unos meses aquí creo que ya puedo manejarme un poco. Abro la puerta del garaje y guardo la moto dentro cubriéndola con la misma manta que había dejado antes tirada.
   Giro con cuidado el picaporte de la puerta que da a la casa para no despertar a nadie.
   Ya estoy en la habitación, todo está en silencio y tranquilo,  solo interrumpido de vez en cuando por los hondos  ronquidos de papá. Me desvisto y me meto en la cama y al menos esta vez intento dormir, con vanas ilusiones por lo que parece ya que algo me dice que este día no tiene nada de diferente. Al final, en la madrugada, casi al amanecer, tras horas y horas de miradas perdidas al techo blanco con los ojos abiertos como platos, no sé si es por el cansancio o por el dolor de cabeza que este me ha creado caigo rendido.


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