Las once y ya estoy cansado, es que llevo
tantas noches sin dormir bien, tantas… que ni siquiera las recuerdo.
Pero aparco el cansancio a un lado porque lo
estoy pasando bien. Después de salir del pub, casi anocheciendo, iba a ir a
casa, pero Jack me pidió por favor que me quedará, que sería divertido y no sé
cómo pero al final consiguió convencerme. Decidieron ir hasta el puente que
había a las afueras de la ciudad, este está construido entre dos orillas de un
río y la gran estructura de metal se yergue
sobre un agua ya tranquila, silenciosa y oscura en la cual solo es
reflejada la luz de la luna. Todo el puente está rodeado por una gran masa
forestal que de noche adquiere una tonalidad azul oscura, que parece guardar
secretos en ella.
Jack y Caddie han ido a pasear a lo largo
del puente, antes podía ver sus siluetas, pero hace unos minutos que
desaparecieron en la oscuridad. Ahora solo quedamos nosotros, Alexandra y yo, apoyados
sobre el capo del viejo y destartalado Chevrolet Pickup de segunda mano de
Jack.
-
Bueno…- Alexandra intentaba mantener una
conversación entre los dos- ya sé, háblame sobre ti, ¿por qué te mudaste aquí?
Es un pueblo demasiado pequeño, y no tiene nada interesante.
Esa pregunta… siempre aparece debería
esperarla pero siempre es como un puñetazo en el estómago, siempre me pilla
desprevenido. ¿Y qué se supone que tengo que decirle ahora? Sí, claro, podría
decirle la verdad, que ni mi familia y menos yo soportábamos la idea de estar
en la misma casa donde habíamos visto a Claire morir poco a poco por un maldito cáncer. Era
la pura verdad. Después de la muerte de Claire no podía soportar entrar a casa
solo, todas las paredes se me venían encima y su imagen rondaba mi mente una y otra vez. Incluso empezamos a
distanciarnos como familia, por esto
decidimos mudarnos, porque no aguantábamos más allí encerrados. Tuve que
mentirle. Mirando al suelo respondí.
-
Mi
padre encontró un trabajo aquí. Así que decidimos mudarnos toda la familia.
-
Ah…
yo también me mude hace dos años aquí- Alexandra echa hacia atrás su larga
melena con la mano y después la atusa- al principio la verdad, me costó
bastante acostumbrarme a la gente de aquí, un lugar diferente, no conocer nada,
me desorientaba por completo y hacia que me encerrarse aún más en mí. Pero
después de encontrar a Caddie, todo fue bien.
-
La
verdad parece buena chica.
Me
incorporo y la camioneta cruje después de salvarse de ese peso.
-
Tengo
que sentarme estoy cansado.
Voy hasta
el borde del puente y me siento sobre el asfalto, dejando que mis piernas
cuelguen entre el agua y el puente. Alexandra se sienta a mi lado.
-
Tienes…
una cosa en el pelo.
Alexandra acerca su mano despacio hasta mi cara para
quitármelo, pero antes giro la cabeza.
-
¿Aquí?
– me quito una pequeña pluma que había quedado enganchada.
-
Sí,
eso era.
Alexandra
mira cabizbaja y por un momento me parece ver una expresión de decepción en su
cara. Sigue hablando así que desecho la opción de que se haya enfadado. Pero
ahora sí, habla mucho más flojo, casi entre murmullos, así que tengo que
acercarme un poco más para poder oírla. Me cuenta que se mudo aquí con su
padre, un hombre ya sobre los sesenta que había perdido a su mujer a los pocos
meses de dar a luz.
Tumbados en
el asfalto del puente. Hablamos durante más de dos horas, alejados del pueblo,
la luz de las casas que no interrumpe que se vean las estrellas claras colgadas
en la oscuridad de la noche. Me sentí cómodo allí e incluso en algunos aspectos
me identificaba con ella.
Está
cansada y puedo notarlo porque ahora ya no mira al cielo, sino que tiene los
ojos cerrados y las únicas veces que los abre puedo ver que su mirada también
esta cansada.
-
¿Quieres
que te lleve a casa?
Abre los
ojos de repente y gira la cabeza hacia mí.
-
La
verdad es que sí, gracias.
Le ayudo a
levantarse ofreciéndole mi mano, después me subo a la moto que había dejado
apoyada en el capo de la furgoneta y me pongo el casco ajustándolo a mi cabeza.
Le paso a Alexandra el otro casco que antes había llevado Jack.
Alexandra
sube a la moto y coloca las manos en la parte de atrás del sillín. Arranco la
moto, suelto el embrague, la moto sale disparada y Alexandra decide que es
mejor opción agarrarse a mí y estar más segura.
Tras
equivocarme unas cuantas veces al tomar las calles al fin llegamos a un
descampado, en el cual hay un camino de grava y todo alrededor es hierba y lo
que parecen ser algunos álamos. Alexandra me hace una seña por debajo del casco
para que continúe todo recto, a los pocos minutos ya puedo ver como un par de
farolas de forja iluminan una pequeña casita de madera. Aparco la moto
justo al lado de un gran roble, apoyo la moto en el tronco del robusto árbol
con cuidado para que no se raye.
Nos
sentamos en las escaleras del porche y seguimos hablando por un tiempo. Veo que
Alexandra coloca sus propios brazos alrededor de los mismos, así que le presto
mi chaqueta.
-
Gracias
Declan, estaba empezando a sentir frío.
Sonríe, que
sonrisa tan bonita tiene y ahora que me doy cuenta siempre hace ese gesto,
siempre se echa la melena hacia atrás, la ahueca y después mira hacia abajo.
-
No
hay de qué.
-
Bueno
de todas maneras tengo que pasar ya dentro, es demasiado tarde.
Me había
quedado ensimismado por un momento, casi dormido pero sin cerrar los párpados.
-
Emm
sí, claro, claro que sí.
Apoyo una
mano en el marco de la puerta, mientras ella juega nerviosa con las llaves
entre las manos, buscando la llave adecuada.
-
Ya
está, es esta.
Sonríe nerviosa.
-
Bueno…
- dudosa tartamudea por unos segundos- Ya tengo que irme.
-
Sí,
yo, también debería irme, mi familia… se estará preguntando dónde estoy.
Me
dispongo a irme y justo cuando voy a bajar el primer peldaño, la voz a mi
espalda hace que me detenga.
-
Declan…
-
¿Sí?
Me doy la
vuelta, ella está tan cerca que no solo puedo oler su aroma sino que ahora
incluso podría palparlo. Querría palparlo.
Una ronca
voz dentro de la casa grita el nombre de Alexandra e inmediatamente ella se
separa de mí con un respingo sobresaltada.
-
Lo
siento, Declan- su mirada parece asustada, pero no hago caso a ese detalle,
simplemente lo ignoro porque creo que es solo una imaginación mía- es mi padre
quiere que vaya adentro, de verdad lo siento…
-
No
tranquila, no pasa nada.
-
¿Nos
veremos mañana? Promételo.
-
Prometido.
Y este
nuestro pacto queda sellado en mitad de la noche con una sonrisa por parte de
los dos.
Vuelvo a
coger la moto e intento recordar las indicaciones que me había dado Alexandra
para volver a casa, mientras tanto la oscuridad y el frío de la noche me
engullen y en mí cabeza un torbellino de ideas se arremolina, creando aún más
inseguridades de las que había en un principio ¿Qué va a pasar ahora con
Alexandra? ¿Habrá algo entre nosotros dos? Aunque sea algo corto, pero la
tensión se siente, y no está mal, me gusta. Pero luego está Adele, aunque ahora
que lo pienso hace mucho que no pienso en ella, no de la misma manera como lo
hacia antes y creo que la he olvidado, ¿tanto me ha costado? casi un año hace
ya, pero lo quiera o no ella marcó un antes y un después en mi corta vida,
aunque no de la manera como yo marque la suya por lo que parece. Y luego está
Kayla, que en realidad no sé porque
aparece en este momento en mi mente, pero es la que está ahora aquí y la
que con todo lo que le he hecho, me ha soportado y ayudado, incluso le he
contado cosas que había bloqueado en mí pero he estado tan cerca de ella pero a
la vez tan lejos. Y en ese momento difícil en el que me encontró mal supo
simplemente con un gesto cómo entorpecer ese sentimiento.
Giro la
última esquina y ya reconozco los primeros árboles de la calle, después de unos
meses aquí creo que ya puedo manejarme un poco. Abro la puerta del garaje y
guardo la moto dentro cubriéndola con la misma manta que había dejado antes
tirada.
Giro con
cuidado el picaporte de la puerta que da a la casa para no despertar a nadie.
Ya estoy en
la habitación, todo está en silencio y tranquilo, solo interrumpido de vez en cuando por los
hondos ronquidos de papá. Me desvisto y
me meto en la cama y al menos esta vez intento dormir, con vanas ilusiones por
lo que parece ya que algo me dice que este día no tiene nada de diferente. Al
final, en la madrugada, casi al amanecer, tras horas y horas de miradas
perdidas al techo blanco con los ojos abiertos como platos, no sé si es por el
cansancio o por el dolor de cabeza que este me ha creado caigo rendido.
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