lunes, 9 de julio de 2012

Capítulo 12.


  La cabeza me daba vueltas, así que antes de levantarme tuve que asegurarme de que podía mover el cuerpo sin problemas y no tenía nada roto. Un dolor punzante recorrió todo mi brazo derecho, si no estaba roto, al menos muy dolorido. ¿Dónde estaba Kayla?   Está muy cerca de mí, tiene algunas magulladuras en las piernas y arañazos en la cara, pero puedo ver como mueve un poco la cabeza y como su pecho se mueve al respirar. El dolor del brazo sigue ahí, punzante, incansable, pero hago un esfuerzo por levantarme y avanzo con gran dificultad. Ahora estoy a su lado y la resguardo entre mis brazos.
-         ¡Kayla! ¡Kayla! Eh, despierta vamos. Vuelve conmigo. Vamos, no cierres los ojos. Todo está bien.
   Kayla abre y cierra los ojos y parece luchar contra la inconsciencia. Tiene los labios entre abiertos, como si quisiese decir algo.
-         Kayla, vamos tienes que despertarte, no puedes dormirte, ahora no, por favor.
   
    Acaricio su pelo, pero no obtengo ningún tipo de respuesta. Ya no mueve los ojos, ni siquiera un mínimo movimiento. Ni siquiera me había dado cuenta de que el coche con el que hemos chocado había parado.
-         Chico, no la muevas, será peor para ella. Tranquilo, ya he llamado a una ambulancia.

   El hombre que ha bajado del coche intenta tranquilizarme. Es un hombre de aspecto joven, está pálido y parece estar  muy preocupado.
-         ¡¿Cómo espera que me tranquilice?!  No responde.
    En mi pecho la angustia se va convirtiendo en una gran bola, un peso sobre él. Me aplasta.
-         Déjala, debe estar quieta, ya te lo he dicho. No podemos moverla, será peor.
-         ¡No!  Si no fuese por mí ella ahora no estaría aquí, estaría en clase. Nada de esto habría pasado. Ella ahora estaría bien, sería feliz.
-         Chico, no te culpes por esto, no es culpa tuya. ¿Quién sabe que podría haber sucedido? No le pasará nada, no te preocupes.
    Una sirena suena de fondo. Avanza rápida entre el atasco que se ha formado a nuestro alrededor. Me aferro al cuerpo inmóvil de Kayla, no quiero separarme de ella. Le prometí que estaría a su lado y no la dejaría.
-         La ambulancia ha llegado, deja que ellos hagan su trabajo y échate a un lado, vamos ven conmigo.
   El hombre detrás de mí intenta separarme de ella, pero ahora la angustia que sentía se mezcla con una inmensa rabia por no poder hacer nada por ella ¡Nada! ¿Por qué no he sido yo? Sé que me cambiaría por ella en este instante sin dudarlo. Lo haría todo por ella.
   Dos brazos tiran de mí ahora y me zarandean, mientras intento zafarme de ellos.
-         ¡No, se lo prometí!
    Finalmente el dolor del brazo vuelve a surgir con más dolor con él, un dolor tan fuerte que la cabeza se me va de lado a lado y la vista se me nubla por completo, pero antes de caer tengo que despedirme de Kayla.
-Te quiero.
   Y así, con mis labios en su frente, queda sellada esa despedida entre los dos, algo que no debería haber ocurrido nunca.
   Finalmente el dolor inunda cada punto de mi cuerpo y recorre todo mi sistema nervioso dejándome totalmente cao.

    Siento mis propios párpados como dos grandes losas de cemento que me impiden abrir los ojos, consigo despegarlos con gran dificultad y una luz blanca e intensa se cuela en mi retina la cual intenta asimilarla. Todo es blanco a mí alrededor y puedo ver algunas enfermeras a lo lejos y un biombo a cada lado. Siento que algo taladra mi cabeza y no puedo detenerlo, me impide pensar claramente. Intento volver a mis últimos recuerdos y lo único que me viene a la mente es una rueda de moto moviéndose y después el rostro de Kayla con algunas magulladuras en él. Sigo medio adormilado y ahora sé por qué, deben de estar medicándome porque una bolsa de suero se une a mí a través de una sonda. Ahora lo recuerdo, el accidente, miro mi brazo derecho para cerciorarme, ahora no lo siento, ya no hay dolor, pero ahí esta lleno de vendas. ¿Y Kayla? ¿Dónde está? ¿Estará bien?
-         Kayla, Kayla…- intento gritar, pero no puedo, la ensoñación todavía es mi dueña.
   Una enfermera vestida de blanco se acerca a mí. Ronda los cincuenta y parece una mujer afable.
-         Hola cielo, por fin despertaste.
-         ¿Qué? ¿Llevo mucho tiempo aquí?
   La enfermera continúa su trabajo y se asegura de que la medicación siga en su sitio.
  
-         ¿Recuerdas algo?
-         Solo algunas partes, recuerdo un accidente con la moto y creo que una chica iba conmigo.
-         Sí, una chica ingreso contigo. El accidente fue ayer por la mañana e ingresaste por la tarde, llevas inconsciente un par de horas.
-         Vaya…
   Tengo miedo, tengo miedo de preguntar qué ha ocurrido con Kayla ¿y si las noticias no son buenas? … ¿Y si la he perdido?
-         Y… otra pregunta más, la chica que ingresó conmigo…
-         Espera, tengo que mirar como está tu brazo y la espalda por si necesitas un cambio de vendaje. Tardará un poco en curarse te rompiste el húmero y tienes un poco dañado el radio y como caíste con toda la espalda puede que tengas alguna pequeña fractura en alguna costilla. Nada importante comparado con lo que te podía haber sucedido. Dime cielo, ¿Qué querías preguntarme?
-         La chica que ingresó conmigo… ¿Cómo está?
-         ¿La conocías mucho?
    ¿Conocía? ¿Por qué usa el pasado para referirse a ella?
-         Sí, ¿Dónde está?
   La enfermera guarda un silencio que me parece eterno.

-         Pues, ella aún está en coma. Por lo que parece sufrió un traumatismo muy fuerte en la cabeza.
-         Pero… despertará ¿verdad?
  La enfermera agacha la cabeza y simula estar recogiendo una cosa del suelo aunque creo que lo único que intenta es evitar mi mirada.
-         Los médicos están haciendo todo lo que pueden, haciéndole pruebas y vigilándola. Lo único que podemos hacer es esperar.
-         ¿Eso es todo? No ha despertado y ¿simplemente se dedican a observarla? ¡Hagan algo!
-         Cielo, lo siento, lo único que podemos hacer es esperar a que salga del coma y esperar que no haya sufrido ninguna lesión interna.
-         Si despierta y ha sufrido alguna lesión…- intento armarme de valor solo para pronunciar esas palabras, pesan en mi garganta tanto que no pueden salir de allí- ¿qué podría sucederle?
-         Podría no tener ninguna lesión, podría ser leve o incluso grave. No sabemos cómo reaccionará su organismo a ese traumatismo.
   No lo podía soportar, la idea de que ella estuviese así y yo… pudiese seguir vivo me destrozaba por dentro.

-         ¿Podría verla?
-         No es para nada aconsejable. Acabas de despertarte, no puedes hacer movimientos bruscos aún. Espera.
-         No puedo esperar, ella no puede esperar.
-         Cielo, no te dejaré ir solo. Mira tu brazo y todo tu cuerpo… Aún estás débil.
-         Necesito ir…
   Me incorporó aún con gran dificultad. Al plantar los pies en el suelo, la cabeza me da un vuelco que hace que mi cuerpo pierda su natural equilibrio, tengo al menos la suerte de encontrar con mi mano izquierda la cama para sostenerme y no caer.
-         Ves te lo dije no tienes fuerza suficiente como para moverte.
   Dice la enfermera cogiéndome del brazo. Haría lo que fuese necesario por Kayla, lo que fuese… Si para ello necesitaba caerme mil veces en un pasillo de hospital y volver a levantarme lo haría y no creo que nadie pudiese impedírmelo.  
-         Iré. Da igual cuanto tarde.
-         ¿Estás convencido de ello?
-         Sabe que sí, haría todo cuanto pudiese…
-         Está bien, espera aquí, iré a coger una silla de ruedas y yo te llevaré. Solo tardaré un segundo.


A los pocos minutos la enfermera reaparece empujando una vieja silla de ruedas que chirría como si alguien gritase, al menos eso me parece a mí. No estoy seguro siquiera de si podrá aguantar mi peso. La enfermera con una sonrisa me invita a sentarme en la silla, y yo, con las pocas fuerzas que me quedan intento mover al menos un solo músculo de mi cuerpo, que ahora se  ha vuelto pesado y desobediente. Ella al verme así me toma del brazo para que me sirva de apoyo y acerca la silla con la otra mano.                  
    Atravesamos pasillos y pasillos. Todo de un blanco impoluto menos las habitaciones de los pacientes, tan oscuras como el más grande de los agujeros negros, sin un rayo de sol que de esperanza a quien está postrado en una cama, una tumba en vida. En los pasillos reinan soledad y silencio, solos interrumpidos en ocasiones por gritos lejanos y lloros escondidos de familiares y amigos que no reciben buenas noticias. Llegamos hasta un viejo ascensor el cual está en la parte este del hospital. La enfermera abre las verjas de hierro negro que nos dan paso al interior del ascensor.
-         Está en la segunda planta, neurología.
   El silencio vuelve otra vez, después la enfermera se aclara la garganta.
-         Verdaderamente, la quieres mucho ¿verdad?
  
    Me lo había planteado más de una vez en estas últimas semanas. Y ahora con el accidente estaba seguro de ello, me horrorizaba la idea de perderla. Lo que sentía por ella no era la amistad que nos unía en un principio, era algo más fuerte, algo que todos al menos una vez en nuestra vida hemos llegado a sentir por alguien y  a mí la última vez no me fue muy bien en ello. Por eso  le tenía ese terrible miedo a enamorarme, por el después.
-         Sí, más de lo que imaginaría.
-         ¿Alguna vez se lo confesaste?
-         No, nos conocemos desde hace poco, poco más de medio año, así que tengo miedo de perderla ahora.
-         Deberías decírselo.
   Debería decírselo. Debería decírselo. Esa frase rondo mi cabeza hasta que llegamos a una habitación. La enfermera se detuvo justo en la puerta.
-         Esta es la habitación, la 203.
-         Vaya, ahora no sé qué debería hacer.
-         Aún sigue en coma pero ¿sabes? Una vez escuché que cuando se está en ese estado se puede escuchar, incluso a veces tener sensibilidad en las palmas de las manos así que, ¿Qué tal si intentas hablarle? Dale la mano y ella sentirá que estás a su lado. Se trata de apoyarle en este momento, demostrarle que estás ahí, con ella, aunque no te pueda ver… Ella lo sentirá.
-         Sí, puede, pero no estoy seguro siquiera de que pueda escucharme, no lo veo muy claro.
-         Bueno, no sucede en todas las ocasiones pero, ¿qué puedes perder intentándolo? Podrías llegar a arrepentirte, ella incluso podría… no despertar… es una posibilidad muy remota  pero podría suceder y debes tenerla presente.
-         ¿Puede dejarme solo con ella por un tiempo?
-         Claro, cuanto necesites. Estaré en una de salas de fuera, si me necesitas solo tienes que llamarme.
-         Está bien.
     Empujé la silla de ruedas con las manos y pude verla allí tendida, estaba tan pálida que parecía estar muerta, incluso el reflejo de la luz sobre la fina capa de su piel la hacía brillar. El sentimiento de angustia que esto me creo era insoportable. Me era insoportable creer que no volvería a oír una palabra de su boca, ver su sonrisa, ni su voz, ni siquiera volver a sentir su tacto. No podía. Así que ignoré todo esto y lo dejé a un lado, dejé a un lado el dolor, la angustia, el miedo y olvidé el estado en el que se encontraba Kayla, porque en ese instante pensé en que tal vez nunca podría volver a decírselo, no había sido antes ni sería después pero sería ahora y estaba decidido.
    Me acerqué a la destartalada cama de hospital, esa que trataba de ingerir el frágil cuerpo de Kayla entre sus sábanas de algodón. Cogí su mano aún con la esperanza de que en cualquier momento ella apretase la mía y me dijese que no tenía por qué preocuparme, que todo saldría bien pero la deseché después de unos segundos al no recibir respuesta.
    Me levanté de la silla de ruedas cómo pude y apoyé  la mano que me quedaba libre sobre la cama para mantener de pie. Me quedé mirando a Kayla durante minutos que me parecieron ser segundos.
     En estos pocos  meses que había pasado a su lado había memorizado cada rasgo de su cara, cada pequeño lunar, cada peca, todo, conocía su rostro a la perfección.
    Solté la mano que mantenía apoyada en la cama y aparté un mechón castaño de su pelo y en ese momento deseé con todas mis fuerzas poder besar sus labios rosados  pero tuve que controlar ese impulso.  Me fijé mejor en su rostro y pude ver unas ojeras que antes no estaban allí y unos arañazos que me devolvieron a la realidad, recordando ese maldito accidente que la había dejado así.
-         Bueno… Kayla, siento que debería decirte lo que tanto tiempo llevo escondiéndote, en realidad no sé si me estarás escuchando… pero, es una necesidad impetuosa la que ahora siento… La necesidad de dejarte ver cuál es la realidad que oculto sobre esta coraza que a veces me coloco sin querer. Y ahí voy- me aclaré la garganta e intente infúndame de valor a mi mismo- Estaba solo, tirado, perdido en la vida, cansado de ella, en la oscuridad. Entonces llegaste tú y mi vida cambió, algo diferente apareció, una chica cómo ninguna había visto, diferente a todo lo anterior, inigualable, única y quería que fuese para mí. Pero cuando intentaba llegar a ti te esfumabas como el humo de un cigarrillo, como el latido de un corazón, como un olor en el aire, eras tan efímera. Y luego está el Ashton, ese chico al que no soporto y tú amas, y ¿qué podría hacer yo sino guardar silencio? ¿Qué podría hacer cambiar de opinión? Simplemente lo dejé correr creyendo en vano que en algún momento me olvidaría de ti y que nuestra relación no pasaría a nada más que buenos amigos.  Luego volvías a aparecer como si nada hubiese pasado, con esa sonrisa que tanto me confunde y la química brotaba entre nosotros. Intentaba mostrarme ante ti como era en realidad y no como me veían los demás, solo porque eras importante, solo porque quería ser honesto contigo, me aceptabas tal y como era, cosa que no mucha gente ha hecho en mi vida.
      Eras alguien libre, alguien del que se podía aprender mucho con solo observarla, admiraba tu belleza desde fuera, no podía permitirme el mostrarte mis sentimientos y perderte para siempre ahora que estabas en mi vida. Podía notar tus rasgos definidos, tus movimientos gráciles pero seguros, tu olor, hasta esa arruguita que se plantaba en tu frente cuando intentabas simular que estabas enfadada, tu fuerte carácter y así es como te aceptaba, como cada uno de tus detalles te formaba. Eres como un ángel colocado en mi vida, no me has dejado caer ni desfallecer en estos últimos meses has estado ahí para siempre y me prometiste que estarías ahí. Tú luz no puede apagarse, la luz de los ángeles nunca muere. Te quiero.
    Miré la mano de Kayla que sostenía la mía y pude notar un leve apretón ¿Me había escuchado? Entonces una lágrima resbaló por su rostro y supe que me había escuchado, que estaba allí en ese momento y que a partir de ahora todo saldría bien. El monitor marcaba el pulso continuo del corazón de Kayla y después pude escuchar su voz… Algo que  minutos antes me parecía imposible.
-         De…Declan… ¿Dónde estoy?

lunes, 30 de abril de 2012

Capítulo 11.


7 semanas después
    La luz de una nueva mañana me despierta y hace que deje el sueño atrás envuelto en sábanas de algodón. Muevo las cortinas del balcón, que me muestran la luz de un buen día que empieza a dar la bienvenida a una próxima primavera. Pero no todo sigue tan bien, eso me parece, no todo es como antes, algo ha cambiado y no sé exactamente el qué. Mientras el tiempo me empuja a disfrutar de los primeros rayos de sol que se cuelan entre las nubes, mi corazón está cada vez más sumido en una especie de caparazón, intenta ser fuerte pero no puede conseguirlo.
     Cada vez estoy más confundida, no sé qué hacer, ni cómo actuar. Ashton ha estado a mi lado durante dos años y siempre ha sabido como quererme, incluso él me enseñó a querer. Él es el primero. Pero esos celos, esos malditos celos, están debilitando nuestra relación cada vez más. Da igual, puedo perdonárselos, incluso podría escudarle, ya que en estas últimas semanas he pasado mucho tiempo con Declan. Pero no ha pasado nada entre nosotros, eso es lo que me mata por dentro, la falta de confianza que tiene Ashton en mí. Él siempre dice que confía en mí al cien por cien pero que no confía en Declan, y no le gusta  pero verdaderamente ya no sé si creerle, aunque lo intento porque le quiero.
-         ¡Kayla son las ocho! ¿A qué esperas? Vas a llegar tarde al instituto si no te das prisa, ¿lo sabes verdad?- la voz ronca matutina de mi madre se escucha desde el piso de abajo.
   ¿Las ocho? Me he quedado embobada mirando por el balcón. Tendría que estar en el instituto a las ocho y veinte.
-         Ya voy mamá, bajo en diez minutos.
   Me ducharé en cinco minutos y después elegiré la ropa, ¡Ah! Perfecto, ya la tenía preparada desde anoche. Pero aún está el problema de cómo llegar a tiempo. Ashton  ya no estará en casa, además tiene el coche en el taller. ¡Tengo la idea perfecta! Ojalá Declan se haya levantado tan tarde como siempre, entonces el podrá llevarme en la moto ¡Ojalá! Me visto tan deprisa que tropiezo más de una vez. Cuando por fin me he vestido por completo y ya calzada bajo por las escaleras a toda velocidad y me despido de mamá. Gracias a que Declan vive al lado de casa solo tardo unos segundos en llegar. Toco el timbre pero nadie responde, mierda, mierda, ya se ha ido, para un día que necesito que se quede dormido… O no, parece que la suerte hoy me sonríe, suena la puerta del garaje al subir y Declan aparece subido en la moto.
-         ¡Declan, Declan! Tienes que llevarme al instituto, por favor.
-         Emm... Podría pensármelo.
-         ¿Enserio? Venga te ha ayudado muchas veces, podrás hacerme este favor.
-         Vale, vale, solo estaba bromeando coge el casco de esa estantería y sube, vamos, al final llegaremos tarde los dos y no solo tú.
  Voy hasta la estantería pero no puedo alcanzar el casco ya que está en el estante más alto.
-         Declan... ¿puedes ayudarme en vez de estar ahí riéndote de mí?
-         Claro voy, espera déjame.
   Declan me hace a un lado, pero después me levanta por la cintura de manera que puedo alcanzar el casco con facilidad. Vaya, esto hace unas semanas me hubiera parecido demasiado raro, pero ahora que Declan y yo estábamos tan unidos, no sé.
   Declan sube primero a la moto y se pone el casco haciéndome una señal después para que suba. Me pongo el casco con cuidado y subo a la moto que ruge bajo mi cuerpo. Siempre me ha dado miedo este tipo de motos, pero me tranquiliza la idea de que sea Declan quien conduzca, sé perfectamente que él está habituado a conducirlas. Me agarro a su espalda, así al menos encuentro un soporte y puedo sentirme más segura. La moto arranca sin problemas.
-         Bueno, ¿por qué llegas tan tarde? Normalmente sueles estar preparada una hora antes, eres así de pedante. Siempre te gusta dejar mal a los demás.
    Sé que bromea porque siempre sonríe y unos pequeños hoyuelos aparecen en sus mofletes. Él siempre bromea.
     Le propino un pequeño  manotazo en el hombro y el aprieta el acelerador de la moto porque sabe que eso me molesta. Me aprieto a él aun más porque tengo miedo de caerme.
-         ¡Vale, ya! sabes que no me gusta.
-         Está bien, ya paro, de todas maneras sabes que manejo lo suficientemente bien y no podría pasarte nada. Volviendo a nuestra conversación, ¿dónde te metiste para tardar tanto?
-         No sé qué me paso, solo me desperté y por lo que parece me quedé embobada mirando por el balcón durante demasiado tiempo.
-         Sabes, eso se llama reflexionar, tomarse un respiro. Por lo que parece no te tomas muchos.
-         No tengo tiempo para respiros, ya lo sabes.
-         Pues, tenemos que hacer un descanso antes de pasar por el instituto. Tengo que comprar unas cosas.
-         Declan, por favor, no puedo perder la primera hora, llegaremos tarde. Tú ya estás habituado pero yo no puedo, mis padres me matarían.
   Me hace un gesto para que guarde silencio y me tranquilice, después pone su mano derecha en mi rodilla.
-         Respira e inspira, vamos, tranquilízate.
-         ¡Declan! ¡Pon las dos manos en la moto! Aunque tengas tanto manejo no tienes por qué arriesgarte así.
   Llegamos a una tienda y la moto se para. No creía que fuese en serio.
-         Declan, tenemos que irnos, de verdad.
-         Espera, solo tardaré unos segundos.
    En estos momentos me pone muy nerviosa. Vuelve a los cinco minutos cargado con una bolsa de papel entre los brazos.
-         ¿Pero qué es esto? ¿No pensarás que voy a llevar eso?
-         Exacto, tú lo llevarás y yo conduzco.
-         Voy a caerme, además ¿para qué quieres todas estas cosas?
    Deja las bolsas en mis manos  y sube otra vez a la moto. Dentro de la bolsa hay dos botellas y una caja de galletas.
-         Anda, ven y dame la bolsa la guardaré debajo del asiento y así no tendrás que llevarla.
-         Está bien, pero ¿cuándo piensas llevarme? Quedan cinco minutos para empiecen las clases.
-         Tranquila.
   La moto vuelve a arrancar y yo me aferro otra vez a Declan. Continuamos carretera adelante, pero no por el camino por el que teníamos que ir, era de imaginar, adiós primera hora.
-         Bueno, ya que por lo que veo perderé la primera hora. ¿Quieres decirme dónde demonios vamos?
-         Es una sorpresa, hace unos días encontré un sitio un poco a las afueras ¿Has desayunado?
-         No ¿Por qué?
-         Yo tampoco, sólo eso.
   A los pocos minutos estamos en uno de los lagos que rodean el pueblo. En él hay una pequeña playa de piedrecitas y guijarros.
-         ¿Este es lugar del que hablabas?
-         Sí, ¿Te gusta? – Declan mete las manos en los bolsillos del pantalón.
-         Claro, ya había estado aquí antes. Cuando era pequeña solía venir aquí con mis padres-  me agacho y cojo uno de los pequeños guijarros entre las manos. Parecen traerme recuerdos de la infancia- Qué agradable es estar aquí.
   Cierro los ojos y dejo que la brisa acaricie mi rostro esta húmeda y corre más viento así que la rebeca que llevo parece no ser barrera para el frío, un escalofrío recorre mi cuerpo y hace que se me ponga la piel de gallina.

-         ¿Estás bien?
-         Sí claro, no te preocupes. Bueno, ¿a qué esperas? Tengo hambre, las galletas y esas botellas que llevas en la bolsa… ¿No pensarás tomarte todo eso tú solo?
-         Chica lista. Anda, vamos.
    Declan pasa el brazo por mi hombro. Nos hemos convertido en verdaderos amigos, antes no nos podíamos casi ni ver sin discutir y ahora ¿míranos? Nos pasamos la mitad de los días juntos. Todo esto gracias a que confió en mí y yo le intenté ayudar, bueno no creo que llegase a ayudarle, simplemente supe como estar a su lado para apoyarle. Y él ahora me ayuda en todo lo que puede, somos como hermanos.
   Nos acercamos un poco más a la orilla  y Declan se sienta.
-         Vamos siéntate, o ¿también te importa mancharte un poco?
-         Claro que no.
   Nos reímos en todo momento, hablamos sobre todo más y las horas parecen minutos, porque me lo estoy pasando bien.
-         Creo que es hora de irse, si no si que no llegarás ni a la segunda hora.
-         ¿Ya? ¿Tan pronto? Vale, vale porque si no tú tendrías que darle explicaciones a mis padres.
   Le sonrío.
-         Emm… mejor nos vamos ¿no? No me gustaría que tu padre se echase sobre mí.
   Volvemos a subir a la moto por tercera vez esta mañana y yo vuelvo a aferrarme a Declan. Seguimos hablando de camino al instituto.
-         Bueno… y ¿qué tal van las cosas con Ashton?
-         Pues…
-         Es que como dijiste que estabas preocupada.
-         No, exactamente, creo que está cambiado, diferente, llámalo como quieras. En los dos años que llevo con él nunca había sido así.
-         No te preocupes. Todo pasará.
  Declan gira la cabeza y su mirada me inspira confianza, seguridad. Pero miro detrás de él y puedo ver como un coche se acerca a nosotros a gran velocidad, está muy cerca.
-         ¡Declan! ¡El coche!
-         ¿¡Qué!? ¿A qué te refieres?
-         ¡Ese coche va a chocar con nosotros!
   El conductor del parece no vernos, no se detiene y Declan intenta conseguir otra vez el control de la moto. Esquivamos el coche en el momento justo para que no nos engulla bajo sus ruedas, pero Declan no ha reaccionado lo suficientemente rápido como para que la moto siga en pie y los dos damos con nuestros cuerpos en el asfalto caliente.
   Oigo chirriar la rueda de la moto y mi cabeza retumba cuando doy con el casco en el suelo. Dicen que en estos momentos no debemos movernos, pero quería ver si Declan estaba bien así que giré la cabeza y pude ver como estaba tendido en el asfalto pero después se levantó. Mi vista comenzó a nublarse y volví a girar la cabeza, fue lo último que vi la rueda de la moto girando sobre si misma con movimiento ralentizado, lo que oí antes de que la oscuridad surgiese fue la voz de Declan pronunciando mi nombre.
-         ¡Kayla! ¡Kayla! Eh, despierta vamos. Vuelve conmigo. Vamos, no cierres los ojos. Todo está bien.
  Vuelvo un poco en mí y Declan coge mi cabeza entre sus manos, intento abrir los ojos, pero los párpados me pesan demasiado y mi vista vuelve a nublarse, después la cabeza me da un vuelco y ahora sí, la oscuridad me convierte en su presa.

martes, 3 de abril de 2012

Capítulo 10.


   Las once y ya estoy cansado, es que llevo tantas noches sin dormir bien, tantas… que ni siquiera las recuerdo.
   Pero aparco el cansancio a un lado porque lo estoy pasando bien. Después de salir del pub, casi anocheciendo, iba a ir a casa, pero Jack me pidió por favor que me quedará, que sería divertido y no sé cómo pero al final consiguió convencerme. Decidieron ir hasta el puente que había a las afueras de la ciudad, este está construido entre dos orillas de un río y la gran estructura de metal se yergue  sobre un agua ya tranquila, silenciosa y oscura en la cual solo es reflejada la luz de la luna. Todo el puente está rodeado por una gran masa forestal que de noche adquiere una tonalidad azul oscura, que parece guardar secretos en ella.
   Jack y Caddie han ido a pasear a lo largo del puente, antes podía ver sus siluetas, pero hace unos minutos que desaparecieron en la oscuridad. Ahora solo quedamos nosotros, Alexandra y yo, apoyados sobre el capo del viejo y destartalado Chevrolet Pickup de segunda mano de Jack.
-         Bueno…- Alexandra intentaba mantener una conversación entre los dos- ya sé, háblame sobre ti, ¿por qué te mudaste aquí? Es un pueblo demasiado pequeño, y no tiene nada interesante.
   Esa pregunta… siempre aparece debería esperarla pero siempre es como un puñetazo en el estómago, siempre me pilla desprevenido. ¿Y qué se supone que tengo que decirle ahora? Sí, claro, podría decirle la verdad, que ni mi familia y menos yo soportábamos la idea de estar en la misma casa donde habíamos visto a Claire morir poco a poco por un maldito cáncer. Era la pura verdad. Después de la muerte de Claire no podía soportar entrar a casa solo, todas las paredes se me venían encima y su imagen rondaba mi mente  una y otra vez. Incluso empezamos a distanciarnos como  familia, por esto decidimos mudarnos, porque no aguantábamos más allí encerrados. Tuve que mentirle. Mirando al suelo respondí.
-         Mi padre encontró un trabajo aquí. Así que decidimos mudarnos toda la familia.
-         Ah… yo también me mude hace dos años aquí- Alexandra echa hacia atrás su larga melena con la mano y después la atusa- al principio la verdad, me costó bastante acostumbrarme a la gente de aquí, un lugar diferente, no conocer nada, me desorientaba por completo y hacia que me encerrarse aún más en mí. Pero después de encontrar a Caddie, todo fue bien.
-         La verdad parece buena chica.
   Me incorporo y la camioneta cruje después de salvarse de ese peso.
-         Tengo que sentarme estoy cansado.
   Voy hasta el borde del puente y me siento sobre el asfalto, dejando que mis piernas cuelguen entre el agua y el puente. Alexandra se sienta a mi lado.
-         Tienes… una cosa en el pelo.
Alexandra acerca su mano despacio hasta mi cara para quitármelo, pero antes giro la cabeza.
-         ¿Aquí? – me quito una pequeña pluma que había quedado enganchada.
-         Sí, eso era.
  Alexandra mira cabizbaja y por un momento me parece ver una expresión de decepción en su cara. Sigue hablando así que desecho la opción de que se haya enfadado. Pero ahora sí, habla mucho más flojo, casi entre murmullos, así que tengo que acercarme un poco más para poder oírla. Me cuenta que se mudo aquí con su padre, un hombre ya sobre los sesenta que había perdido a su mujer a los pocos meses de dar a luz.
   Tumbados en el asfalto del puente. Hablamos durante más de dos horas, alejados del pueblo, la luz de las casas que no interrumpe que se vean las estrellas claras colgadas en la oscuridad de la noche. Me sentí cómodo allí e incluso en algunos aspectos me identificaba con ella.
   Está cansada y puedo notarlo porque ahora ya no mira al cielo, sino que tiene los ojos cerrados y las únicas veces que los abre puedo ver que su mirada también esta cansada.
-         ¿Quieres que te lleve a casa?
  Abre los ojos de repente y gira la cabeza hacia mí.
-         La verdad es que sí, gracias.
   Le ayudo a levantarse ofreciéndole mi mano, después me subo a la moto que había dejado apoyada en el capo de la furgoneta y me pongo el casco ajustándolo a mi cabeza. Le paso a Alexandra el otro casco que antes había llevado Jack.
   Alexandra sube a la moto y coloca las manos en la parte de atrás del sillín. Arranco la moto, suelto el embrague, la moto sale disparada y Alexandra decide que es mejor opción agarrarse a mí y estar más segura.
   Tras equivocarme unas cuantas veces al tomar las calles al fin llegamos a un descampado, en el cual hay un camino de grava y todo alrededor es hierba y lo que parecen ser algunos álamos. Alexandra me hace una seña por debajo del casco para que continúe todo recto, a los pocos minutos ya puedo ver como un par de farolas de forja iluminan una pequeña casita de madera.                               Aparco la moto justo al lado de un gran roble, apoyo la moto en el tronco del robusto árbol con cuidado para que no se raye.
   Nos sentamos en las escaleras del porche y seguimos hablando por un tiempo. Veo que Alexandra coloca sus propios brazos alrededor de los mismos, así que le presto mi chaqueta. 
-         Gracias Declan, estaba empezando a sentir frío.
   Sonríe, que sonrisa tan bonita tiene y ahora que me doy cuenta siempre hace ese gesto, siempre se echa la melena hacia atrás, la ahueca y después mira hacia abajo.
-         No hay de qué.
-         Bueno de todas maneras tengo que pasar ya dentro, es demasiado tarde.
   Me había quedado ensimismado por un momento, casi dormido pero sin cerrar los párpados.
-         Emm sí, claro, claro que sí.
  Apoyo una mano en el marco de la puerta, mientras ella juega nerviosa con las llaves entre las manos, buscando la llave adecuada.
-         Ya está, es esta.
  Sonríe nerviosa.

-         Bueno… - dudosa tartamudea por unos segundos- Ya tengo que irme.
-         Sí, yo, también debería irme, mi familia… se estará preguntando dónde estoy.
    Me dispongo a irme y justo cuando voy a bajar el primer peldaño, la voz a mi espalda hace que me detenga.
-         Declan…
-         ¿Sí?
   Me doy la vuelta, ella está tan cerca que no solo puedo oler su aroma sino que ahora incluso podría palparlo. Querría palparlo.
   Una ronca voz dentro de la casa grita el nombre de Alexandra e inmediatamente ella se separa de mí con un respingo sobresaltada.
-         Lo siento, Declan- su mirada parece asustada, pero no hago caso a ese detalle, simplemente lo ignoro porque creo que es solo una imaginación mía- es mi padre quiere que vaya adentro, de verdad lo siento…
-         No tranquila, no pasa nada.
-         ¿Nos veremos mañana? Promételo.
-         Prometido.
  Y este nuestro pacto queda sellado en mitad de la noche con una sonrisa por parte de los dos.
   Vuelvo a coger la moto e intento recordar las indicaciones que me había dado Alexandra para volver a casa, mientras tanto la oscuridad y el frío de la noche me engullen y en mí cabeza un torbellino de ideas se arremolina, creando aún más inseguridades de las que había en un principio ¿Qué va a pasar ahora con Alexandra? ¿Habrá algo entre nosotros dos? Aunque sea algo corto, pero la tensión se siente, y no está mal, me gusta. Pero luego está Adele, aunque ahora que lo pienso hace mucho que no pienso en ella, no de la misma manera como lo hacia antes y creo que la he olvidado, ¿tanto me ha costado? casi un año hace ya, pero lo quiera o no ella marcó un antes y un después en mi corta vida, aunque no de la manera como yo marque la suya por lo que parece. Y luego está Kayla, que en realidad no sé porque  aparece en este momento en mi mente, pero es la que está ahora aquí y la que con todo lo que le he hecho, me ha soportado y ayudado, incluso le he contado cosas que había bloqueado en mí pero he estado tan cerca de ella pero a la vez tan lejos. Y en ese momento difícil en el que me encontró mal supo simplemente con un gesto cómo entorpecer ese sentimiento.
   Giro la última esquina y ya reconozco los primeros árboles de la calle, después de unos meses aquí creo que ya puedo manejarme un poco. Abro la puerta del garaje y guardo la moto dentro cubriéndola con la misma manta que había dejado antes tirada.
   Giro con cuidado el picaporte de la puerta que da a la casa para no despertar a nadie.
   Ya estoy en la habitación, todo está en silencio y tranquilo,  solo interrumpido de vez en cuando por los hondos  ronquidos de papá. Me desvisto y me meto en la cama y al menos esta vez intento dormir, con vanas ilusiones por lo que parece ya que algo me dice que este día no tiene nada de diferente. Al final, en la madrugada, casi al amanecer, tras horas y horas de miradas perdidas al techo blanco con los ojos abiertos como platos, no sé si es por el cansancio o por el dolor de cabeza que este me ha creado caigo rendido.


Notas a la deriva.