martes, 13 de septiembre de 2011

Capítulo 4

    “Estoy contento como soy”  ¿Era verdad lo que había dicho a Kayla? No lo creo. No es que se pudiera decir que estaba orgulloso de lo que era, yo en realidad no había elegido nada de ello, había nacido ya así predeterminado a una especie, con un aspecto en particular y mi carácter formado a base de experiencias.
    Había sido demasiado frío con Kayla pero era tarde para rectificar. Ese era uno de mis problemas, me daba cuenta de las cosas y de la importancia de mis actos demasiado tarde. Lo peor es que también soy demasiado orgulloso como para pedir perdón y dejar ver que me he equivocado. Otro defecto más a la lista.
    Pero ella también había dicho cosas que no debería haber dicho. ¿Cómo era eso? ¿Qué es por esto por lo que estoy solo? No, ahí se equivocaba. Yo estaba solo porque lo había elegido así. ¡Además! ¿Qué importaba eso? No es que se diga que antes era el más popular o el más querido por la gente, siempre he pasado desapercibido, no he llamado la atención y me he mantenido en un segundo plano. Eso sí sólo cuando era necesario, porque tampoco permitiría que nadie pasará por encima de mí.
    Ella había dicho todo esto y se había marchado así como así, dejando sus palabras resonando en mi cabeza, con todo lo que ellas conllevaban tras de sí, un debate interno. Y mírala ahora ella estaba tan feliz con ese tipo. Ashton – pensé burlándome- ¡su querido y maravilloso Ashton! Vamos un gilipollas integral, un niño pijo, un niñato ¿Acaso ella no veía sus defectos? ¿Estaba ciega? Ese pelo en un intento de descolocarlo, el polo ¿quién vestía polos con dieciocho años? ¡Todo el mundo sabe que eso es para los de más de cuarenta! O por lo menos yo lo sabía. Y ni hablemos de esa sonrisa de apariencia perfecta que siempre mantenía, bueno mantenía mientras ella estaba delante claro ¡Yo sí que veía sus defectos, a la vista estaban!
    Ella no estaba ciega, no, era algo peor, estaba enamorada, esa “enfermedad” que te vuelve loco, incoherente y bipolar  ¡Enamorada de ese tío, pero por dios! Y eso que parecía una chica lista, una chica lista nunca se enamoraría. Nadie lo demasiado listo debería hacerlo. Pero solo he dicho, nadie debería. Yo cometí ese error una vez y todavía no lo he podido olvidar. Todavía la recuerdo tan cerca, pero a la vez esta tan lejos.
    Bueno volvamos al ahora, al presente, quiero dejar todo eso en el pasado, en el olvido. Kayla y Ashton siguen por ahí alejados del grupo mirándose a los ojos y sonriéndose ¡Pobres tontos enamorados!
-         Es guapa ¿verdad? – dice mientras señala con la cabeza a Kayla que ahora está entre los brazos de Ashton.
  Un chico apoyado en un viejo coche rojo escarabajo se acerca. Es moreno, de ojos verdosos e intensos, rostro alargado y firme, una pequeña arruga en la frente, nariz chata y de mi misma altura. Este chico sí que tiene estilo viste igual que yo una camiseta blanca, una simple chupa de cuero y un par de vaqueros desgastados. Me inspira confianza, no sé por qué pero creo que caerá bien.
-         ¿Qué? Perdona es que no te he entendido.
-         ¡Vamos chico!- dice con un pequeño puñetazo amistoso en mi abrazo- Llevas mirándola desde que llegaste. La chica es guapa, pero inocente. Además está con él.
    Me quedó mirando unos segundos alternando entre él y el sitio donde me ha  propinado el pequeño puñetazo.
-         Sí, sí eso ya lo sé. De todas maneras no estoy interesado en ella. Tengo cosas mejores que hacer.
-         Pues no parecía eso con la manera que tenías de mirarla. Bueno me presento me llamo Jack ¿eres el nuevo verdad?- dice tendiéndome la mano para que la estreche.
    ¿El nuevo?  Esto es lo que más odiaba cuando te mudabas ¡El nuevo! Todo el mundo te llamaba así durante años.
-         Avisado quedas, no me llames el nuevo, o la sensación que tenía de qué podrías caerme bien se esfumará. Me llamo Declan.
-         ¡Ah bueno perdona! No pensaba que te iba a molestar. Lo siento chico.
-         Y también deja de llamarme chico. Me llamo Declan.
-         Vale, vale está bien Declan, solo Declan.
    Se hizo el silencio. Era un silencio un poco incomodo. Jack aclaró la garganta, se subió el cuello de la chupa y metió las manos en sus bolsillos y después empezó otra vez a hablar.
-         Tú pareces el típico chico que llega totalmente desorientado, a un pueblo que no conoce ¡Vamos te enseñaré la ciudad!- e hizo un movimiento de manos como si presentará un espectáculo- ¡Te enseñaré lo bueno de esta ciudad! Parece que ella está demasiado ocupada- dice señalando a Kayla con su pulgar.
-         ¡Está bien! Pero solo a cambio de que te calles por un rato.
   Era divertido, pero hablaba demasiado. Era como un monologo incesante. Se puso firme y en posición militar y con un gesto de la mano saludó.
-          ¡Señor, sí señor!-  le puse mala cara y el sonrió y me propinó otro puñetazo amistoso- ¡Vamos Declan pareces un hombre de más de cincuenta! ¡Anímate!
    Empezó a saltar. Parecía hiperactivo. Pero me caía bien, así que le dejé ver una sonrisa.
-          Venga vámonos de aquí. De todas maneras seguro que nadie lo nota ¡De todos modos! ¿qué importa si alguien lo nota?
-         ¡Bien dicho! chi… - le echo una pequeña mirada- ¡Declan!
   Una carcajada sale de su garganta y aprieta el paso mirando atrás de vez cuando para asegurarse de que le sigo.
    Volvemos a caminar por el centro de la ciudad y él empieza otra vez hablar. Cuenta experiencias, problemas y yo le escucho, cosa que normalmente no hago, porque suelo evadirme, pero la verdad es que Jack tiene problemas y algunos bastantes importantes. Su vida no parece fácil, no lo es y no está muy acompañado, su padre es alcohólico. Su madre, simplemente me dice que no la recuerda, que murió cuando era pequeño y desde esto su padre se dio a la bebida. Es un chico fuerte porque a pesar de todos estos problemas el sigue manteniendo una sonrisa, me siento orgulloso de que me haya aceptado.
-         Bueno, bueno. Ahora yo ya te he contado toda mi vida, una parte mejor dicho. Creo que ya es hora de que tú cuentes algo sobre la tuya ¿no?
-         No sabría por dónde empezar Jack.
-         ¿Qué te parece si yo te pregunto? De esta manera solo tendrías que responder, pero solo si quieres.
-         Está bien empieza.
-         ¿Por qué te mudaste? Seguro que fue por trabajo, todo el mundo se muda por eso- dijo con una sonrisa.
-         En realidad- no sabía cómo explicárselo- ¿puedes pasar a otra pregunta?
   No sabría cómo responderle, ni siquiera que decirle.
-         Sí claro- dijo confundido-  no hay problema. Haber pensemos… ¿Tienes diecinueve años, no?
-         Exacto ¿cómo puedes saberlo? Nunca he hablado contigo.
-         Declan, Declan ¡Cuánto te queda por aprender! En los pueblos todo el mundo sabe de todo y de todos y más si acabas de mudarte- y con un tono de sarcasmo en la voz- Seguro que tienen por ahí una ficha técnica tuya, que todos los ciudadanos han leído.
-         Será eso.
    Jack me caía bien, realmente bien.
    Llegamos a la entrada de un callejón, oscuro, solitario y apestoso. Miro alrededor, un contenedor es la razón de ese olor.  Miro hacia arriba y puedo ver el cielo azul intenso y colgado de cuerdas de tender camisetas y pantalones. Jack me hace un gesto para que le acompañe al interior de lo que parece la puerta de un pub. La entrada no es muy prometedora, la vieja puerta de madera, un cristal opaco y lo que parece ser un viejo cartel colgado daba la entrada al lugar.
    Dentro el tiempo se había parado en los felices años 20, una canción parecía recordar el jazz, el blues y el charlestón que tiempo atrás habían sido el hilo musical de grandes fiestas. Las fotografías en la pared mostraban los eufóricos momentos vividos y los fructuosos días de ese club, gente bailando por ahí, espectáculos. Las botellas de whisky y vodka colocadas por tamaños y colores sobre las estanterías de madera perfectamente limpias. Trofeos que llevan consigo historias. Los sofás de piel marrón ahora vacios, guardan conversaciones de amantes y amados. Y el local con un embriagador olor a ron añejo y humo de un cigarro ya consumido queda aparcado en una época. En la barra un camarero seca una copa, es un hombre de cincuenta y cinco años regordete, canoso pero con semblante feliz y bonachón, tiene unas gafas redondeadas y sonríe.
-         ¡Vaya el pequeño Jack por fin se deja ver por aquí!- el camarero sale de detrás de la barra abriendo los brazos y abarca a Jack en un gran abrazo, tanto que puede levantar sus pies del suelo- Chico, creía que te habíamos perdido.
-         Tom, bájame o me dejarás sin aliento con el que responderte y al final no volverás a verme.
   Jack como siempre bromeando y con su sonrisa que parecía ser principal en su rostro. Tom bajó a Jack de golpe y él se coloco toda la ropa.
-         ¿Qué tal está mi sobrino favorito?- una sonrisa iluminó el rostro de Tom, en ella podía ver el orgullo que sentía por Jack
-         Pues bien, no va mal la cosa, la verdad no me puedo quejar últimamente.
    Tom volvió detrás de la barra e hizo un gesto para que nos acomodáramos en las confortables banquetas de madera, limpió tres jarras y las sirvió hasta arriba de cerveza. Por último se aclaró la garganta en un intento de producir una voz más limpia y clara.
-         Jack… ya sé que es difícil e incomodo que te pregunte esto y créeme cuando te digo que también lo es para mí.
-         Déjate de tantos rodeos Tom, suéltalo.
-         ¿Qué tal está tu padre? La última vez que lo vi no es que se pudiera hablar con él.
   La sonrisa tan característica desapareció de su cara en un segundo, como si nunca hubiera estado allí, como si nunca hubiera existido.
-         Bueno sí… tras su última borrachera parece que ha mejorado un poco o por lo menos no bebe tanto.
-         ¿Y esta vez te hizo algo?
-         No, esta vez no ocurrió nada. Pero todo es cuestión de que vuelva a suceder, como siempre.
   Me quedé mirando a Jack, no parecía el mismo, había envejecido de pronto como unos diez años, su rostro denotaba tristeza, desesperación, abandono y preocupación. Ya no parecía Jack, estaba ausente y con una mirada esquiva. Estaba cansado.
   

martes, 6 de septiembre de 2011

Capítulo 3

    Él, tenía que ser exactamente él. De todas las personas que vivimos en el planeta tierra, con todo los millones que somos, el idiota del ponche tenía que ser mi vecino ¿verdad? ¡Maldito universo, karma o mala suerte! Fuese lo que fuese  lo que había provocado esto estaba en contra mía, estaba claro.
-         ¡Mamá te lo repito no pienso acompañarle a ningún sitio! No hay ninguna manera, ni una remota posibilidad, nada, de que yo acompañe a ese… “ser” a ningún sitio y menos aún presentarle a mis amigos.
-         ¡Cariño, no seas exagerada, vamos ve con el chico!
-         ¡Kayla, Kayla, Kayla! ¿Has oído lo que ha dicho mamá?- dijo Emma con cara de burla y una pedorreta-.
   Perfecto, la plasta de mi hermana acababa de  aparecer en escena. Imaginaros una niña de unos 5 años, a la altura de las caderas, rubia, con caracolitos en el pelo y dos coletas. ¿Muy mona verdad? Pues ahora añadirle los siguientes factores, enfadica, insoportable, mentirosa, cabezota, cotilla…
    Si vale también tiene cosas buenas, pero hay momentos en que no se le puede soportar. Justamente como este.
-         ¡Emma! ¡Emma, no te lo repito otra vez! Ven ahora mismo aquí- estaba caminando hacia la puerta, niña insoportable- ¡Pero Mamá dile algo!
-         ¿Qué quieres que le diga? Tampoco ha hecho nada malo, solo ha sido amable.
Dijo esto riéndose al pronunciar las últimas palabras.
Emma ya había llegado a la puerta la abrió y él estaba ahí plantado como un pasmarote ¿Había estado escuchando la conversación?  Dentro de la casa se había hecho el silencio. Cuando se dio cuenta de que mi madre, Emma y yo le estábamos mirando volvió a mantener la compostura, junto los pies y con un gesto de mano dijo:
-         Em… ¡Hola! – mientras dedicaba una impecable sonrisa a la familia-.
“Hipócrita”  pensé para mí. ¡Ahora encima creería que estábamos locos! Iría hablando por todo el vecindario sobre los gritos que se daban entre ellos los Milton.
-         ¡Hola, hola! Tú eres el vecino nuevo ¿verdad?- dijo Emma dando pequeños saltitos delante de él- Soy la hermana de Kayla, Emma y tengo cinco años ¿sabes? Vivo aquí con toda mi familia, aunque no es muy grande, pasa, pasa.
  
    La manía que tenía Emma de hablar con desconocidos, después de esto, casi con toda seguridad, él podría haber escrito una biografía sobre la corta vida de la pequeña Emma Milton.
-         Tranquila, pequeña- dijo en un tono amigable y cariñoso-toma aire, que te vas a quedar sin respiración, además no creo que sea del agrado de tu hermana.
    Se quedó mirándome de una manera inquisitiva y con curiosidad. Esperaba una respuesta. Me aclaré la garganta y después suspiré profundamente.
   Mi madre intervino en la conversación antes de que yo pudiera hacer mi entrada.
-         Bueno Kayla, olvídate ya de estas tonterías de niña. Ven un momento a la cocina, tengo que hablar contigo.
-         ¡Pero mamá! Es que…
Agaché la cabeza y cabizbaja llegué a la cocina.

-         ¿Kayla de verdad crees que esta es manera de comportarse delante de los nuevos vecinos? El chico solo quería conocer a alguien y mira por dónde cual ha sido tu bienvenida para él ¡Gritos y más gritos! ¿Qué crees que pensará de nosotros?

-         Lo siento mamá, pero él es el chico sobre el que te hable, el chico del ponche, no se disculpó ni por un momento, es arrogante y egocéntrico. Además está mañana ha tenido un pequeño roce con Ashton. ¿Te puedes creer que nos estuvo observando durante minutos?

-         Kayla no seas exagerada por favor… el accidente del ponche solo fue eso, un accidente no hay por qué preocuparse más y sobre el tema de esta mañana solo querría conoceros o disculparse contigo. Así que esto te lo pido como un favor, solo una vez, acompáñalo, preséntale a alguien y olvídate de todo lo de antes.
   ¿Cómo podría no hacerlo ahora? Era un favor, Era mamá. Lo haría pero solo porque ella me lo había pedido. Además mamá no había dicho nada sobre hablar con él, solo tendría que acompañarlo.
-         Está bien, está bien. ¡Pero que quede claro, lo hago por ti! No por él.
    Mi madre me dedicó una de sus sonrisas. Esas sonrisas que tanto me gustaban, que demostraban cariño, aprecio y orgullo.
-         Gracias cariño- me dio un beso en la frente- te quiero.
-         Yo también mamá.
Salí de la cocina. Emma estaba hablando con él.
-         ¿Y tú como llegaste hasta aquí? ¿Por qué te mudaste?
   
Podía oír la vacilación en la voz de él. Después se aclaró la garganta e intentó dar una respuesta.
-         Haber… ¿Cómo podría explicarlo de una manera que lo comprendas? Él problema Emma es que en ocasiones- hizo una pausa y tomó aire- pasan cosas que nadie desea que ocurran y los recuerdos son abrumadores, la nostalgia no te deja vivir, así que tienes que alejarte de ellos, por ejemplo poniendo distancia entre ellos y tú.
   ¿Qué podría haber ocurrido? Se le veía triste.
   Sin darme cuenta me encontraba apoyada en el marco de la puerta del salón, mientras él hablaba había estado avanzando. Avancé hasta el sofá dónde él tenía a Emma encima de las rodillas.
-         ¿Nos vamos?
-         Está bien. Pero –dijo esto con una media sonrisa en sus labios- ¿estás preparada para aguantarme algunas horas?
-         Claro que sí, tengo una gran paciencia.
   Salimos de casa. Es una tarde de invierno fría. De esas en las que ha nadie le apetece salir de casa. Solo lo hace por obligación. Tardes en las que te apetece tomar un buen chocolate caliente, al lado de un fuego o sentarte con un buen libro y pasarte leyendo las horas. Caminamos hacia el centro. Ninguno de los dos decimos palabra. El silencio reina. Una lata de Coca-Cola abandonada en la calzada se convierte en un entretenimiento para él.
-         ¿Entretenido tu nuevo juego?
   Digo sarcásticamente.
-         ¿También esto te molesta? ¡Ah claro, tendré que tener cuidado por si una gota sale de la lata.- dijo mientras daba un fuerte puntapié a la lata- Algo tengo que hacer mientras te dignas a dirigirme la palabra ¿no?

-         ¿Qué? ¿Qué me digne a dirigirte la palabra? – dije con voz incrédula- ¡Pero si ni siquiera conozco tu nombre y ya no te aguanto!

-         ¡Ah! Mis disculpas por no haberme presentado antes.- dijo con sarcasmo. Con un ágil movimiento se subió a uno de los bancos de la calle- Me presento soy Declan Anderson bueno, para ti el señor Declan Anderson.
  Declan, subido en el banco, hizo una reverencia con aire señorial y jocoso a la vez. Definitivamente este tipo se estaba riendo por completo de mí. ¿Iba a ser acaso yo menos? Me subí al alféizar de la ventana, me senté y crucé las piernas.
-  Mi simple presencia aquí debería honrarle señor Anderson – dije con desdén mientras me colocaba el vestido. Era una situación un tanto extraña, sarcástica por completo pero también divertida- Soy la señorita Kayla Milton.
-  No eres ni por lo más mínimo creíble- dijo y tras esto soltó una ruidosa carcajada- Tú, ¿una señorita? ¡Pero por favor! tu carácter es pésimo y no digamos tus gritos, una señorita no se comporta así.
-  ¿Perdona? Soy una verdadera señorita- bajo del alféizar de un salto y me coloco delante de él y la falda del vestido se mueve con el aire y un grácil movimiento, me doy la vuelta girando sobre mis talones y camino decidida hacia delante.
- ¡Ey, espera! ¿Qué pensabas dejarme aquí? –Dijo con un movimiento de brazos- Tirado en la estacada, sin conocer el pueblo, serías culpable de mí desaparición.
- ¿Yo, culpable por perderte de vista? Ojalá pudiera serlo.
   Me estoy acostumbrando a esto del sarcasmo, pensé mientras sonreía. Seguí andando hasta que él de unas cuantas zancadas pudo alcanzarme.
   Después seguimos el camino hasta el descampado. Mike y Kevin, Lacie, Samantha, Jack, Thomas y Gabri, estaban todos allí, llegábamos tarde. Ashton también estaba allí, él tan simple y perfecto, él, mi gran amor. Podía verle allí apoyado a Mike y su sonrisa al verme a la que le respondí con otra.
-         Sabrás que llegamos tarde, ¿verdad? – dije acercándome a Declan y en un susurro- Sí yo caigo, caerás conmigo, ha sido culpa tuya.
   En realidad no lo culpaba de nada. Los dos habíamos estado haciendo el tonto por ahí.
-         ¿Mi culpa? Claro, claro podré admitirlo.
    Dijo con una sonrisa de complicidad.
-         Ya estoy aquí siento el retraso. Ha sido culpa- miré hacia Declan que estaba detrás de mí y le dediqué otra sonrisa-  mía. Os presento a Declan, es mi nuevo vecino.
   Todos se acercaron y saludaron a Declan y él les sonreía a cada apretón de manos, se le veía feliz, cómodo. El último era Ashton, los dos no habían tenido un buen primer encuentro la verdad, pero yo tampoco lo había tenido con Declan y ahora no me parecía tan mal, todo sería tiempo, solo era necesario que se conocieran. Hice un gesto a Ashton mientras hablaba con Lacie, sabría que no pasaría nada pero quería asegurarme.
-         ¡Hola! ¿Declan, verdad? Yo soy Ashton. Siento el roce del otro día, creía que estabas pensando algo malo, no fue mi intención ser tan borde, normalmente no lo soy.
-         Emm… Sí claro. Bueno yo soy Declan, ya lo sabrás eso.
    Declan se dio la vuelta y dejó a Ashton allí parado con la boca abierta, y no en sentido finjido. ¿Cómo podía haber sido así de borde y grosero? Antes cuando estaba conmigo me había parecido un chico divertido.
-         Espera Lacie, tengo que arreglar una cosa. Vuelvo en un segundo, de verdad solo un segundo.
-         ¿Dónde vas Kayla? Tengo que terminar de contarte. ¡Ya van muchas veces que me interrumpes!
-         ¡Sólo un segundo!
    Paso al lado de Ashton y le tomó la mano en señal de apoyo, pero no es el con quien busco hablar. Declan vuelve a estar apartado del grupo sentado en un banco, me siento a su lado.
-         Si se puede saber ¿por qué demonios eres tan borde? Él se ha disculpado, se ha presentado y pretendía ser tu amigo. Ha sido educado y tú a cambio mira como te has comportado. Enserio, no te entiendo. Antes cuando estábamos por ahí me pareciste hasta divertido, incluso creí que podíamos ser buenos amigos. Pero parece que solo fue un pequeño atisbo, una falsa ilusión.
-         Ahora soy yo el que decide Kayla. No puedes decidir por mí quién puede ser de mi agrado o no, eso lo decido yo. Sí, él  pudo haberse disculpado pero no tendría que haberlo hecho si no hubiese sido tan gilipollas.
-         ¿Qué? ¡Pero serás estúpido! Es normal que la gente no quiera estar contigo ¿No crees? Podría probar a ser amable. No es malo ¿sabes?
-         Estoy contento como soy.
   Dijo Declan fríamente. Vaya no tenía palabras, no me lo podía creer ¿dónde estaba el Declan de antes? Él que era agradable y divertido ¿dónde? Este chico tenía un problema de personalidad, un trastorno bipolar, de eso estaba segura. Él aire entre nosotros se cargaba de palabras contenidas, opté por lo mejor, irme de allí.
   Ashton, sí él era la solución para calmarme. Llegué hasta donde se encontraba todavía perplejo por lo sucedido y me abalancé en sus brazos.
-         He vuelto- le dije con una sonrisa.







Notas a la deriva.