domingo, 13 de noviembre de 2011

Capítulo 6

     Salté por la ventana. Todavía podía oír las quejas que llegaban a través del frío aire del invierno desde su habitación. No paraba de llamarme idiota por haberme marchado sin escucharla y refunfuñaba todo el tiempo.
   Así era ella… ¿Cómo podía describirla?... Era alguien con una mentalidad demasiada cerrada para su edad. Todo para ella estaba milimetrado. Vivía como alguien con sesenta años a su espalda. No sabía divertirse, se tomaba las cosas demasiado a pecho, le gustaba tener controlado todo lo que le rodeaba, su vida estaba milimétricamente ligada a la rutina.
   Yo no era ni por lo mínimo así. No me gustaba tener planes. No me gustaba vivir con la rutina dentro de la cabeza. No me gustaba estar predestinado a un destino, ni siquiera sabía lo que quería ser o hacer simplemente sabía que quería vivir. Quería conocer lo que me rodeaba, conocer mundo, viajar. Hacer mil locuras, porque de los errores dicen que se aprende y levantarme mil veces para así ser más fuerte.
   Salté la puerta del jardín trasero que comunicaba con el mío. Las luces del porche de atrás estaban encendidas. Me  eché  en una  hamaca sujetada por dos viejos sauces. Allí todo era silencio, todo era tranquilidad y nada podría alterarlo. Y ahora que paro un segundo, pienso ¿Por qué confío en Kayla? ¿Por qué le dejé algo que es tan importante para mí? Son mis recuerdos, es mi memoria, es la esencia de ella en una caja de hojalata. Me incorporé en la hamaca. De repente me había puesto nervioso, las manos me sudaban, la angustia volvía a mí garganta como hace tiempo. Me agacho y cruzo las manos encima de la cabeza, no puedo respirar y los recuerdos me sobrepasan.
   Recuerdo sus risas, sus ganas de conocer mundo como yo, los sueños que teníamos juntos, sus grandes ojos llenos de alegría. Noto una mano sobre mi espalda, tomo aire y hasta me duele,  no puedo soportarlo, no pude soportarlo. Levanto la cabeza y ahí está mamá ella siempre se da cuenta cuando estoy mal. 
   Por cómo me mira puedo deducir que no debo tener muy buena cara y hasta me doy cuenta de que estoy llorando. Intento hablar para qué crea que estoy bien pero ella ya se ha adelantado y sabe lo que sucede. No puedo evitarlo y me desmorono aún más.
-                     Es Emma… ¿verdad?
   Puedo notar como traga saliva.
-                     La echo de menos.
-                     Ya lo sé Declan, todos la echamos de menos, pero ella sigue aquí, cada vez que estamos felices, cada vez que una sonrisa aparece en nuestro rostro ella está ahí para verla.
  
    Me abraza y siento como ella contiene las lágrimas también, quiere ser fuerte por los dos pero en realidad yo sé que ella también la echa de menos.

    Desperté a la mañana siguiente. Estaba cansado, había tenido pesadillas durante toda la noche y parecía como si mi cráneo aplastase mi cerebro. Me levanté de la cama y aparté de mi memoria los recuerdos de ese pasado. Hoy es un día nuevo, miro el reloj eran las 9:00. Pero, un momento, tenía una cosa que hacer, algo, no me acuerdo ¡Bah, no importa, no sería nada!  Cogí unos vaqueros desgastados del armario, una camiseta negra de la silla y salí al salón. Todo estaba en silencio.
-                      ¿Mamá? ¿Mamá?- no debía estar- ¿Papá?
   Nada no había respuesta por parte de ninguno de los dos. Fui a la cocina, había tanta luz que tuve que entrecerrar los ojos un poco para acostumbrarme a ella. Cogí de  la nevera la botella de leche y bebí un trago. Encima de la mesa había una nota, la cogí y empecé a leer: “¡Bueno días pequeño! tu padre y yo nos hemos ido. Tienes tostadas al lado de la cafetera y zumo en la nevera. P.D: Recuerda que tienes que estar en el instituto a las 9:30.  P.D.2: ¡Te queremos!”  


   
    Miré el reloj un poco dormido aún… ¡Mierda! Eran los 9:20 ¡Joder, perfecto! El primer día y sin aparecer. Encima no tenía ni idea de donde estaba el maldito instituto ¡mierda, mierda y MIERDA!
    Bueno tenía un adelanto, ya estaba vestido. Cojo unas zapatillas que había dejado la noche antes tiradas por el salón y como puedo, haciendo malabares me las pongo. Bueno ahora, el siguiente problema era saber dónde estaba el instituto, ¿Kayla seguiría en su casa? Salí corriendo de casa.  Llegue a casa de Kayla y llamé al timbre.
   La señora Milton salió. Por su cara parecía confusa y divertida.
-                     Hola, De…
-                     ¿Está Kayla?- dije fatigado y tosiendo además de cortando su frase.
-                     Emm... sí,  pero ahora mismo sale para el instituto- dice enarcando una ceja.
Suspiré profundamente.
-                     ¡No se imagina lo feliz que acaba de hacerme! Puede decirle que le estoy esperando y si puede darse prisa, sería mucho mejor.
-                      Pues… supongo que yo también me alegro ¿no?- dijo sonriente- Voy a decirle que estás aquí.
-                     ¡Mil gracias!
  
   Me senté en las escaleras mientras esperaba a que Kayla saliese. Después de tanto estrés me merecía un cigarrillo ¿no?  Saqué uno del paquete y lo encendí, le di una calada y eché el humo dejando que se llevará mis malos pensamientos con él. Ya baja.
-                     ¿Qué demonios haces fumando en mis escaleras? ¿Sabes lo que hará mi madre contigo si ve que manchas un solo escalón de su flamante escalera? Te matará – dice bromeando.
-                     ¿Es igual que tú entonces?
   Me dedica una mirada de odio.
-                     Tú, y tus respuestas, cómo siempre.
   Me levantó y doy una calada al cigarro. Me planto delante de ella y suelto todo el humo en su cara.
-                     ¿Eres estúpido? Bueno si- tose compulsivamente- para qué preguntarlo. ¡Soy asmática idiota!
   Ahora era a mí al que le había dado el ataque repentino de tos.
                    ¿Lo dices enserio? Estás bromeando ¿verdad?
                    Sí claro, el típico chiste que hago para romper el hielo es: ¡Hola soy asmática! ¡Vamos échame el humo a la cara! Pero es solo para romper el hielo ¡claro!
   Siguió adelante y yo por un momento me quedé parado sin saber que decir.
                    Bueno tampoco fue para tanto ¿no? Solo fue una broma y además yo no sabía nada – era lo más parecido a una disculpa que podría esperar por mi parte.
                    ¿Sí? ¿Enserio? - dijo irónicamente mientras seguía andando.
    
    Le seguía el ritmo fácilmente mientras ella lo aumentaba para perderme de vista. No me dirige la palabra en ningún momento.
¡Uff, esto me mata, que termine ya! La agarro por el brazo para que pare.

    Al darse la vuelta nuestras caras se encuentran a cinco centímetros una de otra. Noto la respiración alterada de ella y sus ojos fijos en los míos. Me aparto para no hacerlo más incomodo de lo que es.
    -  Lo siento ¿contenta? No sabía que tuvieras ese problema.
    -   Se supone que ahora tengo que disculparte ¿no?
    -  Hombre no estaría demás por tu parte.
    - ¿Así te callarás?
    - Puede.
    - Pues ya estás perdonado.
    ¿Quién me diría esto? ¿Yo pidiendo perdón? Pero por favor… ¿Dónde está Declan?
-                    Por cierto. Tengo una pregunta… pero prométeme que no te vas a enfadar ¿está bien? – dijo indecisa -  ¿Quién es la niña tan mona que sale en las fotos?
-                    ¿Qué dices?
   Me giré de golpe hacia ella y apreté los puños. Ella me miró con una expresión de miedo en la cara. Sabía que esto no estaba bien pero me daba igual, había hecho la única cosa que le pedí por favor que no hiciera.
-                    Kayla te he preguntado qué acabas decir. ¡Dímelo ya!
   Le había cogido el brazo para que no se fuese.
-                    ¡Declan me estás haciendo daño! – podía palpar el miedo de ella en el aire y como una lágrima asomaba en sus ojos, la solté - Ayer después de que te fueras abrí la caja que me dejaste… y vi las fotos que había dentro, pude ver una niña que estaba contigo y tu familia pero no la reconocí.
     ¿¡Cómo podía haber confiado en ella!? Sabía que no podía confiar en nadie y lo hice. Caí en lo mismo una vez más. Me acerqué a ella.
-                    Enserio no sabes lo que has hecho, no sabes quién es ella. Te pedí por favor que no hicieras esto ¡No sé cómo pude confiar en una desconocida! Al principio confiaba en ti y no sabía por qué simplemente lo hacía, pero ahora, después de esto, veo que no te mereces nada – y dije esto último pronunciando bien para que me escuchará – Escúchame bien, porque esto quiero que sí lo entiendas. No vuelvas a acercarte a mí ¿Me escuchas? ¡Nunca más!
-                     Lo siento de verdad Declan, no, no- estaba llorando y tartamudeaba, tragó un sollozo- no sabía que fuese tan importante para ti.
-                    De nada sirve ya.
    Y diciendo esto me adelanté. Tenía ganas de salir corriendo, ganas de olvidarme del mundo y otra vez el nudo volvió a mi garganta.

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